LA SANGRE

Moody
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Por: Dwight Lyman Moody

«Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados.» (Hebreos 9:22). Nadie puede dar una razón satisfactoria de la esperanza que hay en él si esta persona es extraña a la «sangre». Al mismo comienzo de la Biblia hallamos una referencia a ella, en Génesis 3:21: «Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles y los vistió.»

 

El amor de una madre
En la época de la fiebre del oro, de California, un hombre se fue al área de excavaciones y dejó a su esposa para que le siguiera después. Cuando ésta iba a reunirse con él, acompañada de su hijo pequeño, el barco se incendió y como había un polvorín a bordo el capitán sabía que cuando las llamas alcanzaran el polvorín el barco volaría hecho pedazos. No había manera de dominar el fuego, así que decidieron abandonarlo y entrar en - los botes salvavidas, pero no había lugar para todos. Al ser empujado el último bote quedaban aún sobre cubierta la madre y su hijo. Uno de los marineros dijo que no había lugar para otro. ¿Qué iba a hacer la madre? Decidió perecer a fin de salvar a su hijo. Dejó caer a su hijo en el bote y dándole una última mirada dijo: «Si vives y ves a tu padre dile que he muerto en tu lugar.» ¿Creéis que cuando el hijo se hizo hombre pudo olvidar el amor que su madre le mostró al morir por él? Amigos, esto es un tipo más bien débil de lo que Cristo ha hecho por ti y por mí. Él murió por nuestros pecados. Él dejó el cielo con este propósito. ¿Vas a irte diciendo: No veo belleza en él'> ¡Qué Dios ablande el corazón de todos aquí! Vas a necesitarle cuando estés a punto de cruzar el Jordán. Vas a necesitarle para presentarte ante el tribunal de Dios. Dios no quiera que cuando venga la muerte te halle sin Cristo, sin Dios y sin esperanza. No sólo es de importancia vital el tema de la «sangre de Cristo» en el Antiguo Testamento, sino que se halla en muchos lugares del Nuevo. Podemos hallarlo en los Hechos de los apóstoles, capítulo segundo, versículos 22 al 26. «A éste, entregado por el determinado designio v previo conocimiento de Dios lo prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole.» ¿Qué es esto sino el derramamiento de la sangre y la muerte de Cristo? Leed también Hechos 4:10, 5:28, 7:52, 8:32, 10:39, 17:3, 18:21; Hebreos 9:22; l.' Pedro 1: 19 y muchos otros pasajes que pueden hallarse buscando la palabra sangre en una concordancia.

 

La redención
Un amigo mío estaba en Irlanda y vio a un muchacho que había cazado un gorrión y el pobre pajarito estaba temblando jadeante en su mano, de la cual deseaba escaparse. Estaba evidentemente aterrorizado. Mi amigo le dijo al muchacho que lo soltara, que no podía hacer nada con el pájaro, pero el muchacho no quiso dejarlo escapar, porque había estado persiguiéndole durante tres horas antes de pillarlo. Mi amigo entonces se ofreció para comprarlo y el muchacho estuvo de acuerdo en el precio. Pagado el precio mi amigo cogió el pájaro y lo sostuvo en la palma de su mano; el pájaro estuvo quieto un momento hasta que se dio cuenta de que había recobrado su libertad; dando un alegre pío se fue volando como para decirle a aquel hombre: «Tú me has rescatado.» Ésta es una ilustración de lo que significa la redención. Satán es más fuerte que un hombre. Éste no puede competir con él. Sólo Cristo puede habérselas con Satán. El león del Calvario el león de la tribu de Judá- es más fuerte que el león del infierno. Cuando Cristo en el Calvario dijo: «¡Consumado es!», éste fue el grito del conquistador. Vino a redimir al mundo con su muerte. Una vez, cuando fui a visitar mi aldea natal me dirigí a una población cercana para predicar y vi a un joven que salía con un carro de una casa y en el carro iba sentada una anciana. Me interesé en ellos y le pregunté a mi compañero quienes eran. Me dijo que mirara al prado y pastos cercanos y a los grandes graneros y establos de la casa de campo, así como a la casa. «Bien», dijo mi compañero, «el padre de este joven lo perdió todo por causa de la bebida y dejó a su esposa en el asilo. El joven se fue a otra parte del país y trabajando duro ganó el dinero necesario para volver a comprar la finca y ahora es suya y lleva a su madre a la Iglesia.» Ésta es otra ilustración de la redención. En el primer Adán lo perdimos todo, pero el segundo Adán ha redimido todo con su muerte. Un amigo mío que vivía en París fue a una gran reunión de judíos presidida por uno de ellos, el cual dijo que los judíos tenían el honor de haber dado muerte al Dios de los cristianos; al oír esto los judíos presentes aplaudieron con entusiasmo. Los judíos, ciegos de pasión, habían exclamado: «Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos», y esta imprecación se ha cumplido literalmente en su historia. Ahora su sangre o bien clama en favor de nuestra paz y salvación o por nuestra condenación.

 

La paz
En Colosenses 1:20 está escrito: «Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo paz mediante la sangre de su cruz.» Esto es lo que hace la sangre de la cruz: traernos paz. En Romanos 5 está escrito: «Por tanto, justificados, pues, por la fe tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio del cual hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.» En este pasaje se afirman tres cosas: hay «justificación» para el pasado, así como paz. Cuando el creyente mira al Calvario la sangre habla de paz y perdón para la culpa. Luego hay «gracia» para el presente y hay «gloria» para el futuro. En Juan 19:34 está escrito: «Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.» Hay un hecho sorprendente intimado por este versículo. La lanza que atravesó el costado del Hijo de Dios era el acto final del pecado, el crimen culminante de la tierra y el infierno. No considero que se pudiera haber hecho nada más cruel que esto. ¿Qué acto podría haber sido más negro e infernal? Y la sangre salió y cubrió la lanza y una fuente fue abierta de este modo en la casa de David para el pecado. La sangre tocó la lanza romana y antes de poco el gobierno de Roma, por lo menos nominalmente, era cristiano. La sangre cayó de su costado sobre la tierra y esta tierra ha sido redimida por Él, porque Él poseerá el mundo al fin. Él es el verdadero soberano y antes de poco echará al príncipe de las tinieblas y empuñará el cetro desde un cabo al otro de la tierra. Un poco más y Él vendrá personalmente a establecer su reinado del Milenio y a regir la tierra. Él ha redimido la tierra con su sangre y tendrá con Él a todos los que ha redimido.


La unidad en Cristo
¿Has sido tocado por la sangre? La sangre de Cristo nos hace uno, nos hace entrar en la familia de Dios y nos capacita para decir: «Abba, Padre.» Durante la guerra de los Estados Unidos, en los días de la esclavitud en este país, había muchas contiendas políticas y muchos prejuicios contra los negros, especialmente por parte de los irlandeses. Oí decir a un predicador que cuando él acudió a la cruz para obtener la salvación le pareció hallar a un pobre negro a un lado y a un irlandés en el otro y que la sangre goteaba sobre uno y otro y los hacía uno. Hay luchas en el mundo, pero aquellos que han sido redimidos por Cristo son una familia. Son parientes de sangre. Cuando me presento ante una audiencia raramente hay en ella alguna persona a quien haya visto antes, pero cuando empiezo a hablar del rey los ojos de los presentes se iluminan y veo que todos son hermanos consanguíneos, y al cabo de poco me encuentro unido a ellos. Un hombre puede ir a una ciudad sin conocer a nadie en absoluto, pero tan pronto como encuentra a otros que aman a Dios todos serán uno. Desearía que los cristianos disfrutaran de una unidad mayor. Espero que llegará un día en que las paredes de los sectarismos serán derribadas y no habrá nadie que pregunte si el otro pertenece a una Iglesia anglicana o metodista o bautista. Si hemos sido limpiados por la sangre todos somos parientes de sangre. Creo que Dios va a juzgar el mundo por la sangre «¿Qué has hecho tú de la sangre?» será la gran pregunta aquel día. Si la has despreciado y devuelto con un mensaje insultante diciendo que no la necesitabas te quedarás sin palabras delante del tribunal de Dios. Si hemos despreciado esta sangre, ¿qué va a ser de nuestra alma?

 

La justificación
La única forma en que un hombre puede entrar a formar parte de la familia de Dios es por medio de la sangre, como se ve en Romanos 3:24: «Justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús», y de nuevo en Romanos 5:9: «Mucho más, pues, habiendo sido ya justificados en su sangre seremos salvos de la ira por medio de él.» Justificados de todas las cosas de las que no podíamos serlo por la ley de Moisés. Cuando Dios mira nuestro débito no halla nada en contra del hombre que ha sido lavado en la sangre. Al ser sumergidos en la fuente carmesí el pecador queda justificado a la vista de Dios. Cristo fue levantado de la tumba para la justificación de todos aquellos que han puesto su confianza en Él y los tales no sólo están perdonados, sino también justificados. La justificación es más que el perdón. Se dice e un emperador de Rusia que en cierta ocasión mandó arrestar a dos nobles que habían sido acusados de participar en una conspiración y el uno fue hallado perfectamente inocente, de modo que pudo regresar a su casa justificado; el otro se vio que era culpable, pero fue perdonado. Los dos regresaron a su casa, pero siempre hubo una diferencia en la estimación de su soberano y sus vecinos. Aquí podemos ver la diferencia entre el perdón y la justificación.

 

La confianza
Cuando un hombre es justificado puede andar por el mundo con la cabeza alta. Satán puede acercársela y decir: «Tú eres un pecador», pero la respuesta será: «Ya lo sé, pero Dios me ha perdonado por medio de Cristo»; como está escrito en Apocalipsis 1:5: «Y de Jesucristo e testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó y nos liberó de nuestros pecados con su sangre e hizo de nosotros reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a Él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos.» Muchos tratan de ir a Cristo, pero creen que no pueden hacerlo a menos que antes sean buenos. Pero El ama a todos los cristianos incluso antes de que sean lavados en la sangre. ¡Qué amor tan maravilloso! Pensar que Él nos ama antes de que seamos lavados de nuestros pecados en su sangre! No hay demonio en el infierno que nos pueda arrebatar de su mano. Estamos completamente seguros, porque hemos sido lavados en la sangre del Cordero.

 

Sin sangre no hay remisión de pecados
Dice Hebreos 9:22: «Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados.» Es totalmente imposible que un hombre se salve si desprecia la sangre. No hay otro nombre debajo del cielo en que podamos ser salvos excepto el nombre de Cristo Jesús. ¿Estamos dispuestos a recibir lo que Cristo ya ha hecho? La salvación de los que confían en Él ya fue realizada cuando Él dijo en la cruz: «Consumado es.» En Mateo 26:28 leemos las palabras del mismo Jesús: «Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que va a ser derramada por muchos para remisión de los pecados.» Esto es lo que Cristo mismo dijo acerca de la sangre. Él podría haber conservado la vida, pero amaba a la familia humana tanto que derramó su sangre para realizar la redención de la misma. Abrió la fuente a la que nos referimos en las líneas: «Hay una fuente llena de sangre salida de las venas de Emanuel.» Este himno va a durar en tanto que la Iglesia esté en el mundo y resonará en el Cielo por toda la eternidad. «Roca de la eternidad, fuiste herida tú por mí. Déjame esconderte en ti.» Se habla mucho acerca de la sangre en estos himnos y todos ellos van a perdurar. Todo himno cuya trama esté constituida por el hilo carmesí va a durar. Hay otro dulce himno que va a durar por los siglos: «Tal como soy, sin una sola excusa, porque tu sangre diste en mi provecho.» En Hebreos 10: 19 leemos: «Así que hermanos, tenemos entera libertad para entrar en el lugar santo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que Él abrió para nosotros a través del velo, esto es, de su carne.» Cuando quedó terminada la obra de Cristo el velo del templo se rasgó de arriba a abajo. Dios salió del lugar santísimo y ahora el hombre puede entrar en él. Dios hace a todas las personas en esta dispensación reyes y sacerdotes. Cada uno de ellos tiene el derecho de la presencia del mismo Dios. En la dispensación judía nadie excepto el sumo sacerdote podía entrar en el lugar santísimo, pero al rasgarse el velo Dios salió de él y el hombre puede entrar por medio del velo de su carne. «Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo los corazones purificados de mala conciencia y los cuerpos lavados con agua pura.» Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra fe. El camino nuevo y vivo ha sido abierto por su sangre. Lo único que Cristo dejó aquí abajo fue su sangre. Cuando ascendió al cielo se llevó consigo la carne y los huesos, pero la sangre que había derramado quedó en esta tierra.

 

La sangre clama en dos formas
0 bien clama para mi condenación o para mi salvación. Si desprecio la sangre y la pisoteo entonces clama a Dios pra mi condenación. Dios juzgó a Caín y cuando Pilato quería saber lo que tenía que hacer con Cristo se lavó las manos y dijo que era inocente. Los judíos dijeron: «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos, no para salvarnos, sino para condenarnos.» Hubiera sido mucho mejor para ellos que hubieran dicho: «Que su sangre caiga sobre nosotros para salvarnos y protegernos.» Hace casi 1.900 años desde entonces y los judíos son peregrinos sobre la faz de la tierra sin tener rey alguno. El que hayan estado esparcidos todos estos años es una prueba de que la palabra de Dios es verdadera. Que nuestra oración hoy sea: que su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos, no para condenamos, sino para salvamos. Que nuestra oración sea para que podamos conocer lo que es ser resguardado tras la sangre del querido Hijo de Dios. La sangre de la cruz proclama paz. Si yo estoy cobijado por la sangre hay paz, pero no hay paz hasta que me proteja. Si has cometido un delito contra un hombre no vas a tener paz hasta que seas perdonado. Los hombres van en pos de la paz y si pudieran comprarla en el mercado estarían dispuestos a dar centenares de libras esterlinas para conseguirla. La sangre de Cristo da paz y traerá la paz a toda conciencia culpable y a todo corazón dolorido hoy que la busque. En Hebreos 10:28, 29 leernos: «El que viola la ley de Moisés por el testimonio de dos o tres testigos muere sin compasión. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que haya hollado al Hijo de Dios y haya tenido por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado y haya ultrajado al Espíritu de gracia? Yo creo que éstos son versículos muy solemnes. No comprendo que nadie pueda estar sentado aquí y escuchar estas palabras y seguir tranquilo sin ser salvo. «Murieron sin misericordia», pero ¡cuánto más terrible será el castigo de aquellos que viven en esta época, con la Biblia abierta, que nos dice que Cristo murió para redimirnos y hacernos herederos del cielo! En el Apocalipsis 12:11 leemos: «Y ellos han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.» Han vencido por la sangre. No creo que haya una sola palabra en la Biblia que Satán tema más que la palabra «sangre». Si he de juzgar por experiencias pasadas voy a recibir muchas cartas mañana atacándome por lo que he dicho. Estas cartas dirán que es paganismo el ponerse tras un púlpito y predicar un sermón que corresponde a una época sin luz o ilustración. Que Dios perdone a los que se atreven a decir cosas semejantes. Si lees la Biblia a la luz del Calvario vas a hallar que no hay otra manera de llegar al cielo sino por la sangre. El demonio no teme ni a diez mil predicadores que prediquen una religión sin sangre. El hombre que predica una religión sin sangre está haciendo la labor del diablo, no me importa quién sea.

 

La victoria por medio de la sangre
Se dice del doctor Alexander, presidente del seminario de Princeton, que cuando se despedía de los estudiantes que iban a predicar el evangelio les daba la mano y decía: «Joven, tienes que darle mucha importancia a la sangre; haz caso de la sangre.» Cuando en mis viajes he cruzado de arriba abajo la cristiandad he visto que un ministro que hace resonar claramente esta doctrina consigue resultados. Un hombre que cubre la cruz, aunque pueda ser muy intelectual y atraiga a las multitudes, no puede llegar al corazón y la conciencia. No habrá vida allí y su Iglesia será un sepulcro dorado. A los hombres que predican la doctrina de la cruz levantando en alto a Cristo como la única esperanza del cielo para el pecador y como el único substituto para el pecador y dan mucha importancia a la sangre, Dios los honra y se salvan almas donde esta verdad es predicada. Yo digo: dadle mucha importancia a la sangre; quiera Dios ayudarnos a dar mucha importancia a la sangre de su Hijo. Le costó mucho a Dios darnos esta sangre ¿y nosotros vamos a apartarla del mundo que perece por falta de ella? El mundo puede prescindir de nosotros, pero no de Cristo. Predicamos a Cristo a tiempo y fuera de tiempo. Vayamos a los enfermos y a los que mueren y presentémosles al Salvador, que vino a buscar y a salvar a los perdidos y murió para redimirlos.

 

Cristo vencerá
Se dice de Julián el Apóstata, en Roma, que luchando en su intento de exterminar el cristianismo fue herido en el costado por una flecha. Arrancó la flecha y recogiendo con la palma de la mano la sangre que salía de la herida la arrojó al aire, gritando: «Galileo has vencido.» Sí, este galileo va a vencer. Que Dios nos ayude a dejar esto bien claro ante todos. Más bien preferiría renunciar a la vida que a esta doctrina. Eliminadla y ¿cuál es mi esperanza del cielo? ¿He de fiarme de mis obras? Perezcan mis obras cuando se trata de la cuestión de la salvación. Debo obtener la salvación de todo aparte de las obras, porque la salvación es «no para el que obra, sino para el que cree a Cristo». Nadie va a andar por las calles de la ciudad celestial excepto los que han sido lavados en la sangre. El primer hombre que partió de esta tierra fue, con toda probabilidad, Abel. Podemos ver a Abel colocando el cordero sobre el altar, colocando así sangre entre él y su pecado. Abel cantó un cántico al que los ángeles no podían unirse. Tiene que haber sido un solo de redención en el cielo, porque no había nadie que pudiera juntar su voz a la de Abel. Pero hay un gran coro ahora, porque los redimidos han ido ascendiendo allí desde hace seis mil años y cantan a Aquel que es digno de recibir honor porque murió para salvarlos de la condenación.


Vestiduras emblanquecidas por medio de la sangre
En Apocalipsis 7:14 leemos: «Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y Él me dijo: Éstos son los que han lavado sus ropas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.» Pecador, ¿Cómo vas a conseguir emblanquecer tus ropas si no las lavas en la sangre del Cordero? ¿Vas a lavarlas tú mismo y dejarlas limpias? ¡Oh, que todos lleguemos al paraíso arriba! Allí están cantando el dulce cántico de la redención, y que sea nuestra suerte el unirnos a ellas. Puede que no falta mucho para que podamos hallarnos todos allí y entonar el cántico de la redención y cantar el dulce canto de Moisés y del Cordero. Allí «ya no tendrán hambre ni sed y el sol no caerá más sobre ellos ni ardor alguno, porque el Cordero que está en medio del trono los pastorearán y los guiará a fuentes de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos» (Apocalipsis 7:16, 17:). En aquel día los escépticos y los burladores pedirán a las rocas y a los montes que caigan sobre ellos y los escondan del rostro del que está sentado sobre el trono y de la ira del Cordero. Si mueres sin Cristo, sin esperanza y sin Dios, ¿dónde te hallarás? ¡Pecador, obra sabiamente! ¡No desprecies la sangre!


El santo moribundo
Un anciano ministro del evangelio, al morir, dijo: «Traedme la Biblia.» Poniendo el dedo sobre el versículo: «La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado», dijo: «Muero con la esperanza de este versículo.» No confiaba en los cincuenta años de predicación ni en su larga vida al servicio al Señor, sino en la sangre de Cristo. Cuando estemos ante el tribunal de Dios seremos puros, como Él es puro, si hemos sido lavados en la sangre del Cordero.


Durante la guerra civil de los Estados Unidos un médico oyó a un soldado que decía: «.Sangre, sangre, sangre.» El médico pensó que lo decia porque había visto mucha sangre derramada en los campos de batalla y procuró calmarle. El hombre se sonrió y dijo: «No estaba pensando en la sangre de las batallas, sino en lo que será la preciosa sangre de Cristo para mi cuando muera.» Al morir sus labios repitieron «Sangre, sangre, sangre» y partió. ¡Oh!, será verdaderamente preciosa cuando lleguemos a nuestro lecho de muerte. Será más preciosa para nosotros que si poseyéramos todo el mundo. Un pecado es bastante para excluirnos del cielo, pero una gota de la sangre de Cristo basta para cubrir todos nuestros pecados. Vigila la forma en que tratas el mensaje del evangelio de la redención por medio de la sangre.


Cuesta abajo
Un cochero, en la costa del Pacífico, según me dijeron cuando estuve allí hace tres años, en su lecho de muerte estuvo moviendo el pie arriba y abajo mientras decía: «Voy cuesta abajo y no puedo apretar el freno.» Cuando me lo dijeron pensé que son muchos los que van cuesta abajo y no pueden alcanzar el freno y están muriendo sin Dios y sin esperanza. Te ruego, compañero de viaje, que no salgas de esta sala sin poder decir: «El cielo es mi hogar y Dios es mi Padre.» No hagas caso de los burladores que se rían de ti; no se burlarán en el infierno. La sangre está sobre el propiciatorio y en tanto que está sobre el propiciatorio puedes entrar en el reino. Dios dice: «Aquí está la sangre; es todo lo que tengo que daros. En tanto que está aquí hay esperanza para vosotros. Estoy satisfecho con la obra consumada de mi Hijo. ¿No podéis estarlo vosotros?» No salgáis de esta reunión sin poder decir que esto es vuestro. ¡Qué oscuro y triste es estar junto al lecho de muerte de un incrédulo o un ateo, de uno que muere sin la luz de la mañana de la resurrección. Pero si confías en Cristo la muerte ha perdido su aguijón para ti y la tumba su victoria. Un eminente ministro de los Estados Unidos, Alfred Cookman, el Robert McCheyne de aquel tiempo, estaba muriendo y cuando sus amigos se reunieron alrededor de su cama esperando verle partir para estar con Cristo levantó la cabeza y dando un grito de triunfo dijo: « ¡Estoy cruzando las puertas lavado en la sangre del Cordero!» Y esto se vuelve a oír una y otra vez en el país hoy día: «Estoy pasando las puertas lavado en la sangre del Cordero.» ¡Que éstas pueden ser tus últimas palabras y que se te conceda una calurosa bienvenida al cruzar estas puertas y entrar en la ciudad celestial! ¿Quiénes son éstos, junto a la ola fría, a la vera de la tumba silenciosa, proclamando el poder de Jesús para salvar lavados en la sangre del Cordero? ¿Que de Jerusalén cruzan las puertas lavados en la sangre del Cordero En este versículo hallamos el primer rastro de sangre. Es indudable que Dios no podía vestir de pieles de animales a Adán y a Eva a menos que se hubiera derramado sangre. Aquí, pues, tenemos a inocentes que sufren por los pecadores, la doctrina de la substitución en el jardín del Edén. Dios trató a Adán por medio de la gracia antes de tratarle respecto al juicio. La muerte vino por el pecado. Adán había pecado y el Señor descendió para darle un camino de escape. Dios fue a él como un amigo, no para echarle del paraíso. Adán podía haber dicho a Eva: «Aunque el Señor nos ha echado del jardín del Edén nos ama», porque esta túnica es una muestra de su amor. Dios puso la lámpara de una promesa en la mano de Adán antes de echarle, porque le dijo: «La simiente de la mujer herirá la cabeza a la serpiente.» ¿Has pensado alguna vez en el terrible estado de cosas que habría resultado si se le hubiera permitido al hombree vivir para siempre en su estado perdido y de ruina? Fue por amor al mismo Adán que Dios le echó del Edén para que no viviera para siempre. Dios puso el querubín allí, con una espada encendida. Pero ahora Cristo ha tomado la espada en su mano y ha abierto la puerta de par en par, para que nosotros podamos entrar y comer. Adán podría haber vivido en el Edén diez mil años y finalmente acabar siendo extraviado por Satán, pero ahora «nuestra vida está escondida con Cristo en Dios». El hombre está más seguro con el segundo Adán fuera del Edén que con el primer Adán en el Edén. Vayamos ahora a Génesis 4:4: «Y Abel trajo también de los primogénitos de las ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y su ofrenda.» Caín y Abel fueron criados fuera del Edén y tenían los mismos padres y los dos recibieron la misma instrucción en cuanto a la forma en que tenían que acercarse a Dios, pero Caín se acercó a su propia manera, en tanto que Abel lo hizo en la forma que Dios había ordenado. Caín se dijo: «No voy a traer ningún cordero sanguinolento. Aquí hay el grano y el fruto de la tierra, hermosos, conseguidos por mi esfuerzo, estoy seguro que es mejor que la sangre; yo no voy a llevar sangre.» Ahora bien, no es que hubiera alguna diferencia entre estos dos hombres, sino que la ofrenda que traían era diferente. El uno fue a Dios por el camino que Dios había señalado y el otro por su propio camino. Hay también muchos que piensan de esta manera en el día de hoy Prefieren lo que es agradable a los ojos, como Caín prefirió su trigo y su fruto, y a éstos no les gusta la doctrina de la expiación por la sangre, pero toda religión que desprecia la sangre es la obra del diablo, por más que un ángel del cielo descendiera para predicar la salvación por otros medios. ~ Indudablemente al comienzo de la creación Dios señaló el camino por el que el hombre podía acercarse a Él y Abel anduvo por este camino y Caín por el suyo propio. Quizá Caín no podía tolerar la vista de la sangre derramada, por lo que tomó lo que Dios había maldecido y lo puso sobre el altar.

 

Hay muchos cainitas en la Iglesia
incluso ahora, y algunos se hallan en el púlpito y predican contra la doctrina de la sangre y que podemos llegar al cielo sin la sangre. Desde el tiempo del Edén ha habido abelitas y cainitas. Los abelitas pasan por el camino de la sangre, el camino que Dios ha señalado. Los cainitas siguen su propio camino. Repudian la doctrina de la sangre y dicen que no expía el pecado. Pero es mejor aceptar la palabra de Dios que la opinión del hombre. Volvamos de nuevo al Génesis, al capítulo 8:20: «Y edificó Noé un altar a Jehová y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia y ofreció holocausto en el altar.» Hemos ya pasado los dos primeros mil años y nos hallamos en la segunda dispensación. La idea que quiero hacer resaltar es ésta: lo primero que hizo Noé al salir del arca fue edificar un altar y matar animales, poniendo de esta forma sangre entre él y su pecado. La segunda dispensación se basa en la sangre y estos animales habían pasado el diluvio en el arca, para que pudieran ilustrar la indispensable necesidad de derramar sangre.

 

Abraham ofreció a Isaac
De nuevo, en Génesis 22:13 está escrito: «Entonces alzó Abraham sus ojos y miró y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por los cuernos, y fue Abraham y tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.» El camero era típico y fue ofrecido en lugar del hijo de Abraham. Dios amaba tanto a Abraham que eximió a su hijo, pero amó tanto al mundo que no eximió a su propio hijo, sino que lo ofreció gratuitamente por todos nosotros. Es posible que desde la cima del monte Abraham viera una visión gloriosa. Que viera la cima del monte rociada con sangre; que viera que los sacrificios iban a proseguir hasta que el verdadero Isaac hiciera su aparición y se ofreciera por todos nosotros. Abraham había edificado el altar y se le mandó que tomara a su propio hijo, lo atara y lo inmolara; había atado al hijo y todo estaba dispuesto. Había tomado el cuchillo e iba a inmolarse, porque ésta era la orden y la voluntad de Dios. Él no comprendía aquello, pero obedecía. Ojalá que hubiera muchos hombres así ahora, dispuestos a obedecer a Dios a ciegas sin preguntar las razones tras los actos ordenados. El anciano tomó a su hijo y le explicó el secreto que le había escondido durante todo el trayecto hasta allí: que Dios le había ordenado que le ofreciera como sacrificio. Y ató al muchacho de pies y manos y lo colocó sobre el altar, y estaba a punto de poner su mano sobre él cuando oyó una voz que decía: «Abraham, Abraham, no extiendas tu mano sobre el muchacho.» Dios fue más clemente y misericordioso para el hijo de Abraham que para el suyo propio, porque El lo dio gratuitamente por nosotros. Descorrió un poco la cortina del tiempo y le mostró a Cristo que venía luego, en el futuro, y Abraham vio sus pecados sobre Cristo y se sintió gozoso.


La Pascua
En Éxodo 12:13 leemos: «Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis y veré la sangre y pasaré de largo en cuanto a vosotros y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto.» Dios no dijo: Cuando vea vuestras buenas obras, cuando vea que habéis orado, llorado y ayunado. No, sino «cuando vea la sangre pasaré de largo. La sangre será por señal». ¿Qué fue lo que salvó a los israelitas? Fueron las buenas resoluciones o quizá sus obras? Fue la sangre. «Cuando vea la sangre pasaré de largo.» Es muy probable que cuando alguno de los señores y grandes hombres de Egipto cabalgaran de paso por Gosén y vieran los israelitas rociando los postes de sus casas se dijeran que nunca habían visto una necedad semejante; el ensuciar la propia casa. Estaban rociando los postes y el dintel de las casas con la sangre, pero no el umbral. Dios no quería la sangre pisoteada y esto es lo que está haciendo el mundo hoy. Algunos predicadores no hablan de la muerte de Cristo, sino de su vida, porque esto es más agradable al oído natural, pero aunque se predique la vida de Cristo para siempre no va a salvar a nadie si se pone a un lado su muerte. Un cordero vivo no podía preservar de la muerte las casas de Gosén. Dios no dijo que quería un cordero vivo en cada puerta, sino que los dinteles y postes de las casas fueran rociadas con la sangre del cordero. La gente a veces dice: «Si yo fuera tan bueno como este ministro que ha predicado el evangelio durante cincuenta años», 0 «si yo fuera tan bueno como esta madre, que ha hecho tanto por sus hijos», pero si estamos detrás de la sangre del Hijo de Dios estamos tan seguros como el mayor cristiano que ha andado sobre la faz de la tierra. No es una larga vida de servicio lo que hace a los hombres y a las mujeres aceptables a Dios. Hemos de trabajar por Cristo, pero obtenemos la salvación como un don y después empezamos a trabajar porque no podemos por menos que hacerlo. Toda la obra que una persona hace antes de convertirse no sirve para nada. El primogénito en Gosén, protegido por la sangre del Cordero, se hallaba tan seguro como Josué o como cualquier hombre entre la población. El ángel de la muerte pasó de largo cuando vio la sangre. La mosca minúscula estaba tan segura en el arca con Noé como el buey. Era el arca que salvaba a la mosca, lo mismo que al buey, y es la sangre la que salva tanto al más fuerte como al más débil. Cuando la muerte hizo acto de presencia aquella noche, al filo de la espada, entró en el palacio del príncipe y en las casas de los grandes y poderosos y todos ellos pagaron su tributo a la muerte, porque todo primogénito de Egipto pereció aquella noche. Lo único que impidió entrar a la muerte fue la misma muerte. Yo he pecado y debo morir; o alguien ha de morir por mí. La gran pregunta es: «¿Tenemos nosotros la señal salvadera?» si la muerte viene a buscar a alguno esta noche, ¿estará protegido tras la sangre? Esto es lo importante. Es la muerte la que expía. No mis buenas resoluciones u oraciones 0 mi posición en la sociedad o lo que he hecho, sino lo que ha sido hecho por otro. Dios busca la señal Pongamos otra ilustración. Supongamos que un hombre quiere ir de Londres a Liverpool y entra en el coche del tren; pronto va a oír la voz del revisor que pasa por el pasillo y va pidiendo los billetes. Una persona puede ser rica o pobre, blanca o negra, puede ser sabia o ignorante, esto no es lo que el revisor desea averiguar; lo que quiere son los billetes, porque el billete es la señal de que se puede viajar al destino deseado.

 

No hubo muerte donde había la sangre
Los egipcios miraban a los israelitas cuando mataban el cordero y rociaban con la sangre los postes y el dintel como una serie de actos incomprensibles, pero no escapó de recibir visita del ángel ninguna casa de la ciudad sobre la que no había la señal de la sangre; no importó si fuera una casa rica o pobre; aquella noche esto no hizo diferencia alguna. Hubo un prolongado gemido en cada casa, desde el palacio a la choza en que no había sangre rociada, pero donde la había la muerte no entró. Esto mostró claramente la verdad de que sin el derramamiento de sangre no hay remisión. Que ninguno se burle de esta doctrina, porque «la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado». En el versículo once de este mismo capítulo leemos: «Y lo comeréis así; ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies y vuestro bordón en vuestra mano, y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová.» Si no tenemos más poder es porque no nos alimentamos del Cordero y es por esto que hay tantos cristianos débiles. El Cordero no sólo expía nuestros pecados, sino que hemos de alimentarnos del Cordero. Tenemos un largo trayecto por el desierto delante, como los hijos de Israel. Después de haber sido salvos tenemos que ser alimentados de Cristo; Él es el verdadero pan del cielo. Si no alimento mi alma del verdadero pan del cielo estoy enfermizo y débil; no tengo poder para salir y trabajar por Cristo, y ésta es la razón, creo, de que hay tan pocos en la Iglesia que tengan poder. Algunos creen que con dar una mirada a Cristo ya basta. Algunos piensan mucho en lo que comen; ¿por qué los hijos de Dios no han de pensar mucho en su alimento espiritual? No deberíamos pensar que una comida espiritual nos va a durar para diez años, como no pensamos que pueda durarnos la comida corporal. Hay muchas personas que viven de maná pasado y rancio. Un irlandés dijo a su hijo: «Quiero que comas dos almuerzos. ¿Sabes por qué?» El muchacho entendió que uno era para su cuerpo y el otro para su alma. Todos los cristianos deberían tomar dos almuerzos también para el alma y para el cuerpo. La Pascua tenía que ser para los judíos el comienzo del recuento de los meses del año. «Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año» (Éxodo 12:2@ Los 400 años que habían estado en servidumbre no contaban para nada porque éste fue el primer mes del año para ellos. Y de la misma manera todo el trabajo que hemos hecho durante los años que hemos servido al diablo que hemos estado en servidumbre en Egipto, por bueno que sea lo hecho no cuenta para nada. Todo empieza a contarse a partir de la noche de la Pascua, el momento en que fue puesta la sangre en los postes de las puertas. Todo el tiempo que servimos al mundo no cuenta. Si no acudes al Calvario todo es tiempo perdido por lo que se refiere a la salvación. Todo lo que está en el lado que antecede a la cruz no cuenta; lo primero para ser salvo es la fe en Cristo y entonces empieza el peregrinaje al cielo. En nuestro viaje al cielo no empezamos, como suponen algunos, en la cuna. Empezamos en la cruz. Tenemos una naturaleza caída que nos arrastra a la condenación. Hemos de nacer del Espíritu y estar protegidos por la sangre. Si hemos de llagar a ser peregrinos para el cielo. Cada uno tenía que tener dispuesto un cordero para su casa «mas si su familia fuera tan pequeña que no baste para comer el cordero entonces él y su vecino inmediato a su casa tomarán uno según el número de las personas; conforme al comer de cada hombre haréis la cuenta sobre el cordero.» El cordero no era demasiado pequeño para la casa, pero la casa podía ser demasiado pequeña para el cordero. Cristo es bastante para cada casa, más que suficiente, y debemos orar para que esta salvación alcance a cada uno de los miembros de la casa. Vayamos ahora a Éxodo 29:16: «Y matarás el carnero y con la sangre rociarás sobre el altar alrededor.» Incluso Aarón no podía presentarse ante Dios hasta que había rociado con sangre todo el altar, y, cuando el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo tenía que llevar sangre consigo. Desde el tiempo en que Adán cayó no ha habido otro medio por el cual el hombre pueda acercarse a Dios que la sangre. No puedes ser recibido por Dios hasta que acudes en la forma prescrita. Ha sido así desde hace 6.000 años. Cuando Adán cayó en Edén se rompió la cadena de oro que enlazaba a la humanidad con el trono de Dios, pero Cristo vino e hizo expiación de esta caída. Observemos de nuevo en Levítico 8:23: «Y lo degolló y tomó Moisés de la sangre y la puso sobre el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, sobre el dedo pulgar de su mano derecha y sobre el dedo pulgar de su pie derecho.» Antes yo leía un pasaje así y me parecía absurdo. Creo que ahora lo entiendo. La sangre sobre el lóbulo de la oreja significa que hemos de escuchar la voz de Dios. El hombre no convertido no entiende la voz de Dios y se nos dice que cuando el incircunciso oía la voz de Dios pensaba que eran truenos. No entendían la diferencia entre la voz de Dios y el trueno. Sin la sangre no podemos escuchar la voz de Dios y entenderla. El hombre debe estar protegido tras la sangre antes de que pueda escuchar la voz de Dios.

 

La sangre en la mano significa que el hombre ha de trabajar para Dios
No puedes trabajar para Dios hasta que estás protegido tras la sangre, y hasta que estás protegido por la sangre nada de lo que haces tiene valor. Puedes construir iglesias, dotar escuelas, sostener pastores y misioneros, pero todo ello es inútil hasta que estás resguardado tras la sangre. No dejes que nadie te engañe a este respecto. No le dejes a Satán que te engañe diciéndote que puedes ir al cielo por algún otro medio. Le preguntaron a Cristo: «¿Qué hemos de hacer para hacer las obras de Dios?» Quizá los que se lo preguntaron tenían la bolsa llena y estaban dispuestos a construir iglesias. Cristo les dijo que la obra de Dios era que debían creer en su Hijo. Pero ellos no estaban dispuestos a hacer algo tan pequeño; preferían hacer algo importante, pero esto era todo lo requerido. No puedes hacer nada que agrade a Dios hasta que creas. «He aquí el obedecer es mejor que los sacrificios.» La gente pueden hacer obras día y noche y trabajar hasta agotarse, pero nunca harán nada aceptable hasta que hagan lo que Dios requiere de ellos. La sangre del dedo del pie derecho muestra que Aarón tenía que andar con Dios. Cuando Adán cayó su comunión con Dios quedó interrumpida. Antes Adán andaba con Dios, pero en el momento que pecó perdió la comunión con p 1 y a partir de entonces hasta ahora Dios ha procurado conseguir que el hombre entre de nuevo en comunión con Dios es un Dios de verdad y de justicia. Su justicia debe ser cumplida y una vez ha sido cumplida está satisfecho. Dios no había vuelto a andar con el hombre hasta que le hubo puesto tras la sangre, en Gosén. ¿Qué podía oponerse a ellos entonces? Pasaron el mar Rojo y Dios dijo a Josué: «Conquista este país y nadie va a poder oponerse a ti en todos los días de tu vida.» En los días de Josué había gigantes en la tierra que ellos tenían que alcanzar, pero un mozuelo de las huestes del Señor derrotó al gigante de Gat. Si Dios es con nosotros los gigantes son como saltamonte, pero si Dios no está con nosotros la cosa es diferente. Más bien quisiera tener a diez hombres apartados del mundo que a diez mil cristianos nominales que van a la reunión de oración esta noche y mañana al baile. En Levítico 16:14 se nos dice: «Tomará luego de la sangre del becerro y la rociará con su dedo hacia el propiciatorio al lado oriental; hacia el propiciatorio esparcirá con su dedo siete veces de aquella sangre.» Parece como si Dios hubiera dado originalmente a Adán una vida que le permitiera tener comunión con Él, pero en el día en que quebrantó el mandamiento perdió esta comunión. Y a partir de entonces Dios ha procurado conseguir que el hombre vuelva a tener comunión con Él. Pero ¿cómo podía Dios ser a la vez justo Y justificar a los pecadores? Esto lo hizo por medio de la sangre de Cristo. «La vida de la carne está en la sangre.» Dios requiere sangre para la expiación del pecado. La vida del hombre estaba destruida y tenía que morir o satisfacer la paga del pecado: la muerte. No podía pagar y vivir, así que necesitaba un substituto. Todo hombre ha pecado y nadie podía ser un substituto de su prójimo, pero Cristo estaba sin pecado y podía ser el substituto del hombre y Él pasó a ser este substituto, porque murió en lugar del hombre para satisfacer la ley. Así que la pregunta que cada uno ha de responder es si va a amar y servir a Aquel que murió para redimirnos con su preciosa sangre. En Levítico 17:11 leemos: «Porque la vida de la carne en la sangre está y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas, y la misma sangre hará expiación de la persona.» Puede haber algunos que digan: «Porque pide sangre Dios.» Algunos me han dicho: «Yo detesto a vuestro Dios; requiere sangre. No puedo creer en un Dios así, porque mi Dios es misericordioso para todos.» Yo quiero decirte que mi Dios está lleno de misericordia. Pero no seas tan ciego como para creer que Dios no es justo y que no tiene en su mano el gobierno. Supongamos que la reina Victoria no quisiera que ningún hombre se viera privado de su libertad y abriera todas las prisiones y fuera tan misericordioso que no pudiera consentir que ninguno sufriera, aunque fuera por su culpa. ¿Cuánto tiempo duraría en el trono? ¿Cuánto tiempo seguiría rigiendo este imperio? Ni veinticuatro horas. Los mismos que claman diciendo que Dios ha de ser misericordioso dirían: «No queremos una reina así.»

 

Dios es justo
Dios es misericordioso, pero Él no va a aceptar ningún pecador no redimido en el cielo. Si lo hiciera los redimidos enarbolarían una bandera de protesta indignada contra el trono y habría una revuelta en el cielo. Dios dijo a Adán: El día que pecares ciertamente morirás. El pecado entró y con él la muerte en el mundo. La palabra de Dios tiene que ser mantenida. Yo debo morir o que alguien muera por mí, y en la plenitud de los tiempos Cristo vino para morir por el pecador. Él era sin pecado, pero si Él hubiera cometido algún pecado habría tenido que morir por su propio pecado. La vida de la carne está en la sangre y no es la sangre la que Él exige realmente; es la vida y la vida está perdida. Todos hemos pecado y ha de venir la muerte o la justicia ha de seguir su curso. Gloria a Dios en lo alto porque Él envió a su Hijo, nacido de mujer, para tomar nuestra naturaleza y morir en nuestro lugar, sufriendo la muerte por los hombres. Si quitas la sangre de mi cuerpo desaparece la vida.

 

Dios exige sangre
Él exige la vida. El hombre ha pecado, por tanto, ha perdido su vida y tiene que morir o hay que hallar a alguien que muera en su lugar. Amigos míos, sólo he tocado este tema. Si leéis cuidadosamente hallaréis que este hilo escarlata discurre a lo largo de toda ella. Comienza en el Edén y fluye hasta el Apocalipsis. No puedo hallar nada que me enseñe el camino al cielo excepto la sangre. No valdría la pena que nos lleváramos a casa este libro, la Biblia, si quitáramos de ella el hilo escarlata de la sangre, y no nos enseña nada más, porque la sangre empieza en el Génesis y sigue hasta el Apocalipsis. Es para esto que ha sido escrito. Nos cuenta su propia historia y si alguien viene y predica otro evangelio no le creáis. Si un ángel bajara del cielo y predicara algo distinto no le creáis. No juguéis con el tema de la sangre. A la hora de la muerte daríais más para estar resguardados por esta sangre que ninguna otra cosa en la tierra o en el Cielo.